Enigma no es un grupo. Y no es francés. De hecho, Enigma es el proyecto musical de un solo hombre: Michael Cretu. Que sea de origen rumano, lleve décadas afincado en Ibiza y sus discos los publique una compañía alemana puede contribuir a la confusión. Pero todavía no hay ninguna relación con Francia.
¿Y a qué se parece un disco de Enigma? Pues, básicamente, a otro disco de Enigma. Con siete álbumes, ¿o debería decir siete capítulos?, Cretu ha configurado un universo sonoro particular, característico, muchas veces imitado pero pocas igualado, plagado de sutiles referencias a sí mismo. Si le está dando la impresión de que escuchar un disco de Enigma es como escucharlos todos, no se equivoque: que sea un universo musical cerrado no significa que no sea increíblemente amplio.
Para entenderlo, mejor vamos de viaje…
MCMXC a.D (1990)
Si la unión de canto gregoriano, sensuales voces femeninas y ritmo dance nos parece ahora normal, es gracias a este disco. Pero en 1990 el mundo no estaba preparado: considerado blasfemo, fue prohibido en varios países y la MTV se negó a emitir el video de Principles of Lust. A pesar de ello, fue un éxito absoluto de popularidad y ventas.
Una voz tentadora y un sonido caracterítico, los enigma horns (que suenan al inicio de todos los discos de Enigma) le introducirán en un mundo en el que religiosidad y sexualidad de entremezclan turbadoramente. Conocerá al Marqués de Sade y los principios de la lujuria, dudará de si María Callas realmente murió, le tentará la Serpiente y cruzará los Ríos de las Creencias… Si conserva la cordura, no volverá a ser el mismo…
The Cross of Changes (1993)
El segundo capítulo es fiel al espíritu, pero hay cambios, no en vano es The Cross of Changes. Es más sombrío, más lóbrego, y también más romántico al estilo Enigma, claro: el amor es sensualidad, pero también peligro, soledad y locura al mismo tiempo. La influencia del rock es mayor y también el protagonismo de las guitarras eléctricas, combinadas con instrumentos étnicos como el shakuhachi. Los cantos medievales no están, pero en su lugar, escuchará voces que le hablarán de rincones remotos del mundo. Entre tanta oscuridad, un rayo de luz: Return to Innocence, un auténtico himno (quizá identifique equivocadamente los cantos de este tema con aquellos de los nativos americanos, cuando en realidad proceden de los nativos Ami de Taiwan).
Le roi est mort, vive le roi (1996)
Bella forma de decir que todo cambia, para que nada cambie. El tercero de su clase, es hijo de los dos anteriores: cantos gregorianos y nativos, instrumentos étnicos, guitarras, voces susurrantes… puro sonido Enigma. La producción es bestial: con cada escucha aparece un nuevo matiz, un nuevo efecto, un nuevo mensaje que siempre ha estado ahí pero que había pasado desapercibido. Ligeramente más moderno, retro- futurista si cabe, pero suavemente consistente con los capítulos anteriores. Después de la oscuridad, la luz.
The screen behind the mirror (2000)
Al inicio de The screen behind the mirror la voz de Elisabeth Houghton describe las características astronómicas de Marte, no por casualidad el cuarto planeta del Sistema Solar. Justo antes de que los enigma horns cedan su lugar a los samples del Carmina Burana de Carl Orff, inteligentemente utilizados a lo largo de todo el disco: a veces yacen sutilmente en el fondo, otras veces le golpearán violentamente en la cara. El cuarto capítulo es, para muchos, el más maduro. Una simbiosis intrigante de new age, músicas del mundo y ritmos dance. Ruth-Ann Boyle y Andru Donald ponen las voces, Jens Gad la guitarra y están de vuelta el shakuhachi, los susurros y los nativos americanos. The screen behind the mirror es también, para muchos, el final del viaje.
Voyageur (2003)
Si ha llegado hasta aquí, es que es un verdadero viajero, un verdadero voyageur. Ya no hay vuelta atrás. Si una palabra define Voyageur es contemporáneo. Todos los elementos que habían configuran el universo Enigma hasta ahora han desaparecido: ni canto gregoriano, ni instrumentos étnicos, ni new age. Más bien, Voyageur es sofisticado pop vanguardista. La calidez de los capítulos anteriores ha desaparecido también. El quinto es frío, como los ecos de una noche de fiesta en una ciudad dormida al amanecer. Como la música clásica contemporánea. Los extraños loops vocales de Incognito o las hipnóticas melodías minimalistas de Page of Cups no son plato fácil. En su viaje, Voyageur es la etapa más complicada. Advertido queda.
A posteriori (2006)
A posteriori es un nuevo giro en el camino, ciertamente, pero no es una vuelta atrás, sino más bien un salto hacia arriba… muy hacia arriba: el viaje le llevará esta vez más lejos que nunca, hasta el espacio exterior. Ambient y tecno se dan la mano con la electrónica europea y algún momento de romántico recogimiento en la fría inmensidad de una galaxia en la que prevalecen los patrones rítmicos por encima de las melodías. Mensajes sonoros desde remotos planetas forman capas de reconocible, pero diferente, sonido Enigma.
Seven lives, many faces (2008)
Y el séptimo capítulo le trae de vuelta a casa. Definido por Cretu como “sonido omnicultural”, es una amalgama de todas las caras que ya habrá conocido de Enigma y que son, al fin y al cabo, siempre la misma. De vuelta están los cantos, las voces y la calidez de los primeros capítulos. Después de buscar samples en las cuatro esquinas del mundo, Enigma ha encontrado La Puerta del Cielo justo al lado de casa, porque esta vez no son voces lejanas, sino canciones tradicionales de la isla de Ibiza, no por próxima menos exótica, las que se acoplan a pesados ritmos trance y hip-hop.
Seven lives, many faces le dejará con una sensación de déjá vu, de extraña familiaridad, la misma que podría tener al ver las fotos de algún magnífico viaje que hizo hace mucho tiempo…